Algo que no habíamos considerado antes de empezar nuestro viaje y que resultó ser maravilloso al final, fue la rutina que creamos con nuestros pequeños. A veces la gente piensa que viajar con niños es muy difícil porque están fuera de su rutina, se aburren, tienen más berrinches, y en mi opinión personal, es todo lo contrario… Sí que se puede crear una rutina con los niños durante el viaje y los berrinches? Por lo menos en mi experiencia, se redujeron al mínimo, nada comparable a lo que pasaba en la vida “normal” en casa. Es más, estos 5 meses de viaje fueron los más felices, tranquilos y organizados de toda mi maternidad. Espero que más personas se animen a hacer viajes largos con sus hijos pequeños porque la verdad es que la experiencia es inolvidable.
Sobre nuestra rutina durante el viaje
Primero de todo, solíamos cambiar de lugar cada día o cada dos días. Sin fijarnos en la cantidad de kilómetros que queríamos recorrer y sin ponernos ninguna presión real. Siempre teníamos dos opciones para la próxima parada para dormir, una más cerca y otra más lejana, y durante el día íbamos viendo cómo se desarrollaban las cosas y hacia dónde llegaríamos… Es cierto que teníamos metas y sabíamos más o menos cuándo deberíamos llegar al Nordkapp, por ejemplo, para tener tiempo de hacer todo lo que habíamos planeado, y cuándo llegar a Estambul para poder regresar a principios de septiembre para que Lia empezara la escuela. Pero el día a día de nuestro viaje no cambiaba mucho, para dar un ejemplo de un dia cualquiera:
Mañanas Relajadas
Nos despertábamos entre las 6 y las 8 de la mañana. Tenemos “suerte” de que nuestros hijos siempre se despiertan temprano (solo quiero señalar que yo, desde siempre, soy muy dormilona y me levanto solo porque los amo tanto; mi pareja y todas mis amigas pueden confirmar que soy insoportable por las mañanas antes de tomar mi café). Después de levantarnos, lo primero que mi hijo siempre pedía era jugar con los Legos. Dependiendo de dónde estuviéramos, si no hacía mucho frío afuera, sacábamos una alfombra y jugábamos con los Legos, si hacía demasiado frío, nos sentábamos en la mesa del salón a jugar allí… Pronto se despertaban las chicas y se juntaban al juego ¡Y así, todos los días… durante 5 meses!
Mientras los niños jugaban, preparábamos el desayuno, tomábamos café, haciendo todo sin prisa, agradecidos por esos momentos de estar todos juntos sin necesidad de correr al colegio y al trabajo…
Ruta por la Mañana
Luego, si ese día teníamos que conducir, sacábamos todas las cosas: toldo, sillas, cualquier cosa que estuviera fuera, organizábamos todo por dentro, cerrábamos las ventanas, etc., lo que sí llevaba tiempo. Por cierto, siempre recuerdo a un par de personas diciéndome lo espectacular que debe ser tener una autocaravana, uno puede cocinar mientras el otro conduce… Bueno, todos los que tenemos autocaravana sabemos que no es así – todos en sus sillas y con cinturones puestos en cada momento;) Después de prepararlo todo, poníamos a los niños en sus sillas de coche, uno de nosotros se sentaba al lado de ellos para jugar o contar historias, y el otro conducía, haciendo entre 2 y 3 horas de ruta hasta la próxima parada para comer. Durante ese tramo, los mellizos normalmente tenían su única siesta del día.
Parada para Comer
Siempre intentaba buscar lugares interesantes para los niños (cerca de un parque infantil o al lado del río, en la playa o en el bosque) para poder cocinar mientras ellos corrían y jugaban. A veces los lugares eran tan bonitos que pasábamos allí mucho rato. Lo bueno de viajar en autocaravana es que a veces puedes cocinar con las mejores vistas del mundo.
Tardes de ruta y camping
Por la tarde, hacíamos un poco más de ruta y finalmente llegábamos al camping o a otro lugar donde íbamos a visitar algo, descansar, jugar y dormir. Si veíamos que llegaríamos muy tarde, normalmente nos parábamos para pernoctar en algún lugar, y si queríamos parar en el camping, tratábamos de llegar lo más temprano posible para aprovechar que los niños se divirtieran allí. La rutina para acostarlos era muy similar a la de casa: leer libros, lavarse, ponerse el pijama, y a dormir.
Los niños se acostumbran muy rápido a la vida en ruta. Después de un par de semanas, para nuestros hijos la rutina ya era muy clara: nos despertamos, jugamos, desayunamos y continuamos con la ruta. Luego paramos, comemos, jugamos y nuevamente hacemos kilómetros hasta llegar al camping o a algún otro sitio para dormir, siempre con una emoción increíble por saber dónde vamos a dormir ese día. La verdad es que el viaje no se hacía pesado (puedo contar con una mano los días que sí fue muy duro durante 5 meses); todos lo pasábamos genial en la ruta, cantando, tocando la guitarra, jugando un montón de juegos, contando cuentos. Cuando teníamos planeada alguna visita un día, la rutina cambiaba un poco, pero siempre, cada día teníamos esos momentos para cocinar y jugar juntos.
¿Por qué la rutina ayuda tanto durante el viaje?
Creo que los niños se sienten seguros cuando tienen al menos alguna rutina durante el día, y estar de viaje no significa que no se pueda tener esa rutina. Los niños necesitan comer, descansar, moverse; obviamente no pueden estar atados en las sillas de coche todo el día todos los días. Siempre debemos asumir que el viaje será bueno sólo cuando los niños y todos estén bien. Cada uno conoce a sus hijos y sabe cuándo se cansan, así que entonces paramos, cambiamos nuestros planes y no pasa nada. Y tú, ¿tienes rutina durante los viajes o dejas que todo fluya por sí solo? 🙂
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